lunes, julio 07, 2014

Todavía duele

Han pasado nueve días y todavía duele.

Es que esto, incluso para un no futbolero como yo, representa más que un partido de fútbol. Fue una especie de retrato nacional, aderezado con una dosis mayor de sorna para mi generación, que creció viendo derrotas.

Unos posteos atrás hablaba del cambio de mentalidad, de los cabros que rompieron el molde y de las generaciones actual y futuras que no crecerán viéndose como unos perdedores gracias a los esfuerzos y triunfos de los deportistas de ahora. Bueno, sentí que el partido del sábado contra Brasil fue una bofetada para esa generación. Y una patada en el suelo para la mía.

Es que estuvimos tan cerca, tan cerca de cambiar la historia, de vencer a las probabilidades, de coronar un larguísimo proceso, de recompensar un cambio de modelo, de demostrar que con disciplina, trabajo y esfuerzo se puede cambiar la realidad. Pero no. No se pudo. No se puede. Perdimos. Otra vez. Como tantas otras veces.

Tantas cosas me dan rabia y dolor por esos 120 minutos. La Selección Chilena se sacó la cresta durante años para llegar a esta etapa del Mundial, para superar esta etapa, y cayó ante los mismos, y en la misma fase que las encarnaciones anteriores del equipo nacional. O sea, tanto trabajo no sirvió de nada. Meritocracia my ass. OK, puede que haya sido un asunto de suerte, de azar, pero no puedo dejar de pensar que si Pinilla y Jara hubiesen inclinado medio grado el pie al patear la pelota, el cuento sería otro. Y ese medio grado de diferencia, perdónenme, es cosa del jugador, de su talento, preparación y concentración, no del azar.

Y otra idea atormenta mi mente. ¿Y si esta es la mejor Selección Chilena de la historia, por siempre jamás? ¿Significa entonces que hasta aquí, hasta los octavos de final, es lo más lejos que Chile llegará en un Mundial, ever? ¿Hasta aquí nomás llegamos, cabros? Me podrán decir que esta no es la mejor selección, que todavía se puede mejorar, que el equipo que jugaría en Rusia 2018 será mejor que este. Pero eso significa que Chile tendría que llegar a nivel Argentina y, perdónenme otra vez, no creo que eso vaya a pasar.

Este equipo me vendió la ilusión de que podíamos ser más que los perdedores de siempre y me rompieron el corazón. Me hicieron pensar que se podía cambiar la historia, y la realidad me respondió con un uppercut fulminante. Como le dijo Lana Lang a Superman en el número 6 de "El hombre de acero", de 1986 (cuando ella rememora la noche de su adolescencia en que Clark le reveló sus poderes y de inmediato dejó Smallville para encontrarse a sí mismo), “Me abriste las puertas del Cielo y las volviste a cerrar en mi cara”.

Tras el partido perdí casi todo el interés por este Mundial. Me dan lo mismo los equipos latinoamericanos que caigan o sigan. Llené mi planillita con los equipos que van ganando y avanzando sólo para no dejar la tarea a medias. Ahí están mis juegos de FIFA para PlayStation, juntando polvo.

Aunque… no sé. Ojalá me demuestren que estoy equivocado. Ojalá esta sea sólo una pataleta de alguien que se vendió a la onda mundialera.

Eso.

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