viernes, julio 11, 2014

La tiranía digital de FIFA

Creo que en este Mundial he escuchado más que en ningún otro los insultos, pullas e improperios hacia la FIFA, sobre lo corrupta que es la organización, sobre los perjuicios que causa en los países donde se juegan los mundiales, sobre cómo supuestamente arreglan los partidos para que ganen los favoritos de siempre, etc. Siento que más que nunca todos han sacado al baile a “la señora FIFA” cada vez que pasa algo que hace ruido en un partido (penales no cobrados, tiempos extras alargadísimos, etc.). Pero nadie ha reparado en otro tentáculo de la nefasta FIFA. Uno que no jamás han mencionado en los noticieros ni programas deportivos. Uno que ha pasado inadvertido hasta para la crédula masa que está bajo su dominio. Una rama siniestra que, algún día, espero, haga estallar el escándalo.

Me refiero a los videojuegos de la serie FIFA creados por su esbirro digital, Electronic Arts.

Año tras año veo la misma rutina en los medios especializados, en las tiendas y en los videojugadores: que salió el último FIFA; que viene con controles mejorados, pases más precisos y más opciones para mejorar tu equipo; que ya no se está actualizando la lista de jugadores; que ya me compré el FIFA; que ya anunciaron el nuevo FIFA que es mejor que el que ya tienes; que ya salió el nuevo FIFA, y todo de vuelta otra vez.

Yo me quedé en la PlayStation 2, pero tengo un hermano que tiene en un altar su PlayStation 3 y está juntando las monedas para comprarse la PlayStation 4. Este hermano mío tiene el FIFA 11, el 13 y el 14. Y obvio que se va a comprar el 15, cuando salga. Veo a esa pobre alma esclavizada por su adicción digital a un juego que se regocija en chupar cada año miles y miles de pesos a sus clientes cautivos.

Entiendo que esta serie de juegos se vaya renovando cada cierto tiempo para incorporar las actualizaciones en las nóminas de los equipos del mundo real, mejorar las gráficas y hacerle uno que otro arreglito a los controles. Pero que uno esté, de cierta forma, obligado a gastar unas 30 lucas por lo bajo todos los años para poder jugar con Alexis en el Arsenal en vez del Barcelona (porque ahora jugar con Alexis en el Barcelona es estar atrasado, añejo, en qué mundo vives, ubícate) me parece ultrajante. Los FIFA son la versión videojueguística de los textos escolares. Por cambiar una coma te dan el palo de 30 lucas. Porque, contéstenme, ¿es tan distinto jugar al FIFA 14 en comparación al FIFA 13? ¿O al 12?

Encuentro de lo más trucho el mecanismo para “incentivarte” a comprar la versión más reciente de los FIFA. Mi hermano me cuenta que se puede hacer online una actualización de las nóminas de los equipos. O sea, basta conectarse unos segundos a un servidor para que Alexis se vaya al Arsenal y Claudio Bravo se materialice en el Barcelona. Pero esta actualización sólo se puede hacer dos veces al año. Y después de eso, lo siento, hay que ir a la tienda a comprarse el FIFA nuevo y ahí quedó botado, por inútil, el del año pasado.

Ah, y está el tema del juego online, otro escupitajo al rostro del proletario con consola. El otro día mi hermano estaba jugando con algún tipo desconocido de, quién sabe, Yibuti, y conversábamos:

-¿Estás jugando con el Nene (un amigo de mi hermano)?

-No. Con otro gallo. No sé.

-¿Estás jugando el FIFA 13?

-No, ya me compré el 14.

-Ah. ¿Y no vas a ocupar más el 13?

-No, no me sirve, este gallo ya está jugando con el 14.

-Para, ¿uno no puede jugar online con un FIFA distinto al que tiene el otro?

-No.

-¿O sea que si tienes el FIFA 13 no puedes jugar con un amigo que se haya comprado el FIFA 14? ¿No pueden jugar con juegos cruzados?

-No.

-¿Y eso no te molesta?

-¡Puta, me metieron un gol por tu culpa!

Dejé el tema ahí porque ganarle el amistoso al tipo sin nombre del otro lado del océano tenía prioridad.

Pero, ¿se dan cuenta de que incluso si uno se banca no tener la lista de jugadores más reciente, si uno se acostumbró a la banda sonora del juego, si a uno no le importa que ahora se pueda jugar con dos botones extra o que te da lo mismo cuántos estadios internacionales están replicados, igual vas a tener que botar un juego y comprar uno nuevo para que puedas seguir jugando con tus amigos (o con un montón de gallos de los que no sabemos nada, ya que estamos)? La presión de los pares que uno sentía en el colegio es un moco comparado con esto. Ya veo los diagnósticos de los psicólogos: “depresión por rechazo social causado por FIFA desactualizado”.

Ahí está mi bandera de lucha. Ojalá que en los años venideros la FIFA deje de ser trucha y oscura en su dirigencia, que haga honesta la venta de entradas mundialeras, que transparente verdaderamente los sorteos de los grupos, que deje de comprar árbitros y deje de ser la vampira monetaria e impositiva de las naciones sede. Pero nada de eso tendrá sentido si antes no exigimos que EA deje de meternos el dedo en la boca y la mano en nuestro bolsillo con sus oprobiosos lanzamientos anuales de videojuegos.

miércoles, julio 09, 2014

Brasil 1, Alemania etc.

Tengo sentimientos tan encontrados con el partido de ayer en que Alemania eliminó (vapuleó, barrió, humilló, hizo bolsa, vaporizó, desintegró, envió a la Zona Fantasma) a Brasil.

Por un lado, me revolqué de risa y me regocijé con cada gol hecho por los germanos. Se supone que la venganza nunca es buena porque mata el alma y envenena, pero pucha que me dio gusto ver que allá en el Mineirao los alemanes se encargaron de terminar el trabajo que Chile había dejado inconcluso diez días antes. Me acordé de Julio Martínez y su frase “justicia divina” (porque ya es de consenso que el 28 de junio Brasil jugó harto mal y ganó por pura suerte). Onda que nos restablecieron el honor. Una tuitera dijo por ahí “Nadie hace llorar a Gary sin pagar las consecuencias, Brasil”. Yo quiero tener ese partido en blu-ray y con audio 7.1. Gracias, rubiecitos.

Pero también me asalta una congoja que vuelve a dejar por el suelo mis esperanzas de una Selección Chilena de Fútbol ganadora. Esos ratones que jugaron con la verdeamarilla ayer son los que eliminaron a Chile, y de eso ya hablé bastante. Mi amigo Daniel Villalobos dijo que igual es penca pensar que Chile perdió ante un equipo al que le metieron cinco goles en media hora. ¿Alexis y compañía eran realmente tan buenos, al final?

Puede ser. Aunque a veces me pongo a pensar que si Chile hubiese ganado en octavos de final, habría derrotado a Colombia, pero igual Alemania lo habría barrido.

No, en realidad no creo que lo hubiera barrido, pero sí habría ganado 3-0, algo así.

Pero bueno, sumando y restando los alemanes me devolvieron el ánimo. Ya empecé a buscar dónde dejé los videojuegos FIFA. Acabo de cachar que tengo que llevar a mi hija a un cumpleaños a la misma hora del partido de 3er y 4to puesto y eso ya me irrita el cerebro un poquito. Pensando en la casa de quién voy a ver la final. Y mientras escribo estas líneas tengo una pantalla al lado donde escucho el fomísimo partido que juegan Argentina y Holanda.

Ah, el Mundial ha vuelto.

lunes, julio 07, 2014

Todavía duele

Han pasado nueve días y todavía duele.

Es que esto, incluso para un no futbolero como yo, representa más que un partido de fútbol. Fue una especie de retrato nacional, aderezado con una dosis mayor de sorna para mi generación, que creció viendo derrotas.

Unos posteos atrás hablaba del cambio de mentalidad, de los cabros que rompieron el molde y de las generaciones actual y futuras que no crecerán viéndose como unos perdedores gracias a los esfuerzos y triunfos de los deportistas de ahora. Bueno, sentí que el partido del sábado contra Brasil fue una bofetada para esa generación. Y una patada en el suelo para la mía.

Es que estuvimos tan cerca, tan cerca de cambiar la historia, de vencer a las probabilidades, de coronar un larguísimo proceso, de recompensar un cambio de modelo, de demostrar que con disciplina, trabajo y esfuerzo se puede cambiar la realidad. Pero no. No se pudo. No se puede. Perdimos. Otra vez. Como tantas otras veces.

Tantas cosas me dan rabia y dolor por esos 120 minutos. La Selección Chilena se sacó la cresta durante años para llegar a esta etapa del Mundial, para superar esta etapa, y cayó ante los mismos, y en la misma fase que las encarnaciones anteriores del equipo nacional. O sea, tanto trabajo no sirvió de nada. Meritocracia my ass. OK, puede que haya sido un asunto de suerte, de azar, pero no puedo dejar de pensar que si Pinilla y Jara hubiesen inclinado medio grado el pie al patear la pelota, el cuento sería otro. Y ese medio grado de diferencia, perdónenme, es cosa del jugador, de su talento, preparación y concentración, no del azar.

Y otra idea atormenta mi mente. ¿Y si esta es la mejor Selección Chilena de la historia, por siempre jamás? ¿Significa entonces que hasta aquí, hasta los octavos de final, es lo más lejos que Chile llegará en un Mundial, ever? ¿Hasta aquí nomás llegamos, cabros? Me podrán decir que esta no es la mejor selección, que todavía se puede mejorar, que el equipo que jugaría en Rusia 2018 será mejor que este. Pero eso significa que Chile tendría que llegar a nivel Argentina y, perdónenme otra vez, no creo que eso vaya a pasar.

Este equipo me vendió la ilusión de que podíamos ser más que los perdedores de siempre y me rompieron el corazón. Me hicieron pensar que se podía cambiar la historia, y la realidad me respondió con un uppercut fulminante. Como le dijo Lana Lang a Superman en el número 6 de "El hombre de acero", de 1986 (cuando ella rememora la noche de su adolescencia en que Clark le reveló sus poderes y de inmediato dejó Smallville para encontrarse a sí mismo), “Me abriste las puertas del Cielo y las volviste a cerrar en mi cara”.

Tras el partido perdí casi todo el interés por este Mundial. Me dan lo mismo los equipos latinoamericanos que caigan o sigan. Llené mi planillita con los equipos que van ganando y avanzando sólo para no dejar la tarea a medias. Ahí están mis juegos de FIFA para PlayStation, juntando polvo.

Aunque… no sé. Ojalá me demuestren que estoy equivocado. Ojalá esta sea sólo una pataleta de alguien que se vendió a la onda mundialera.

Eso.

jueves, junio 19, 2014

Preguntas que me han nacido en este Mundial

-¿Quiénes son el director (o directores) y los camarógrafos de las transmisiones televisivas de los partidos? ¿Son un equipo local, onda de O Globo, o es un equipo especial de la FIFA? ¿Una task force especial para el Mundial?

-Y hablando de tele, ¿cómo hacen esas tomas cenitales de la cancha? ¿Tienen una cámara que cuelga de un cable que atraviesa todo el espacio aéreo del Maracaná? ¿O contrataron a Superman para que lleve la cámara?

-Y hablando del Maracaná, ese estadio tenía capacidad para 200.000 personas y ahora, tras una remodelación, quedó con un aforo de poco más de 70.000. ¿Qué hicieron con los otros puestos? ¿Le volaron un piso entero al estadio? ¿Lo llenaron de asientos XL?

-Ahora que España y Australia están eliminados, ¿igual tienen que jugar el 23 de junio? Y si no juegan, ¿le van a devolver la plata a toda esa gente que compró entradas? ¿Y la FIFA va a devolver la plata por los derechos de transmisión televisiva de un partido que no se va a jugar?

-¿Se puede acusar a TVN y a VTR de publicidad engañosa? El primero dijo que iba a tener todos los partidos del Mundial en su sitio web, pero no dijo que varios de ellos iban a estar en diferido. Y el segundo dice en su publicidad "vive el Mundial en VTR", pero los derechos de todos los partidos los tiene DirecTV. O sea, uno vería en VTR los mismos partidos que da la televisión abierta. ¿Cuál es la gracia? A menos que se refiera a todos esos programas de análisis deportivo que dan en ESPN y Fox Sports que no hay en la TV abierta. No sé.

-Y por último, ¿cómo nadie ha resucitado en estos días a Skank y su partida de futebol?

miércoles, junio 18, 2014

El desagravio, 25 años después

Escribo esto un poco en caliente. Tengo 30 minutos para subir esto antes de alejarme del computador por varias horas y que todas las ideas que se están revolviendo en mi cabeza se congelen.

Por años, apuesto, se hablará de este día. Independiente de que nos elimine Brasil en la próxima fase del Mundial (que es lo que más probablemente ocurrirá), lo ocurrido hoy es para anotarlo en los libros de la historia deportiva chilena. No por el hecho puntual en sí, haber eliminado a los actuales campeones del mundo que no pudieron anotar un solo gol. No por haber vencido a las probabilidades. O bueno, de más que sí por esos dos puntos, pero me quiero detener en otros dos. Uno, que este es el resultado de una generación de futbolistas que creció sin saber que Chile era "un equipo malo". Y dos, que este fue un desagravio, espectacular y electrizante, del penoso episodio vivido en esa misma cancha, la del Maracaná, hace 25 años.

Tengo casi 39 años y en mi infancia era habitual que la selección chilena perdiera cuanto partido internacional se pusiera por delante. Teníamos, supuestamente, cracks como Caszely y Elías Figueroa, pero que clasificáramos a un Mundial era la excepción de la regla, el resultado de la alineación planetaria, la anomalía espaciotemporal. Apostar a favor de Chile en las clasificatorias de cualquier Mundial era, para mí, un acto ridículamente romántico. "Si son todos malos estos weones", era la frase típica.

Y entonces, de a poco, empezaron a aparecer los que rompieron el molde, los que no se amilanaron por venir de Chile y salieron a ganar fuera como fuera. Apareció Zamorano con su paso legendario por el Real Madrid. Llegó Salas, que se lució en River Plate (inolvidable ese "Salas y River campeón, Salas y River campeón, River campeón, River campeón!"). El Chino Ríos que le importó un coco jugar contra André Agassi y así logró ser el número uno del mundo. Estos cabros de ahora, Alexis, Vidal, Valdivia, Mati Fernández, Bravo y el resto, todos crecieron con la imagen y el ejemplo de esos que los antecedieron y aprendieron que sí era posible, que un chileno sí puede ser campeón del deporte que se le antoje en el extranjero y, por extensión, en el mundo.

Mejor dicho, crecieron sin la idea que se implantó en mi generación: que éramos unos perdedores.

Hace rato que se dice que para tener deportistas de elite, triunfadores (y, en realidad, triunfadores en cualquier actividad de la vida) hay que formarlos desde chiquititos. Bueno, a todos los que creen que concentrar energías y recursos en las divisiones inferiores, en los cabros chicos, es algo innecesario o poco prioritario, ahora tienen la prueba de que hay que hacerlo.

Y mi otro punto. Ante el fervor de la actual competencia, no muchos se han dado cuenta de que la última vez que el equipo de Chile pisó la cancha del Maracaná fue en esa infame tarde de 1989 cuando Roberto "Cóndor" Rojas protagonizó ese fraude con bengala incluida que terminó marginándonos de dos Mundiales sin apelación. La última vez que Chile salió de ese estadio fue con oprobio, con rabia y, más tarde, con vergüenza. Ahora es distinto. Los hombres de Sampaoli entraron a reivindicar el nombre de Chile en ese césped, llegaron a limpiar la mancha que allí dejamos. Veinticinco años después Chile restableció el honor allí mancillado. En 1989 los jugadores salieron puteando e insultados, hoy lo hicieron entre decenas de miles de vítores, con la frente en alto, con la alegría máxima de haber eliminado a los campeones del mundo en buena lid, sin trampas, sin resquicios, sin artimañas. Con puro talento y, sobre todo, fútbol. Como estos cabros aprendieron. Como el ejemplo que les dieron. Porque nadie les dijo que no podían de esa manera.

Eso. No sé si mi marraqueta del desayuno de mañana estará más crujiente, pero sí se que muchos se levantarán más contentos, pensando, por un día que sea, que los problemas no son tan grandes y que, sí, todo se puede.

Ya, vayan a Plaza Italia.

PD: Porque #nadaesimposibleweonniunaweá

miércoles, junio 11, 2014

Volviendo a la cancha

Hace casi nueve años hice mi última anotación en este blog. Las razones se acumulan por kilos: falta de tiempo, desinterés, cambio de prioridades en la vida, un matrimonio, la paternidad… Sin embargo, no me pareció mala idea ahora probar a reactivarlo ya que estamos prontos a uno de los Mundiales más coloridos del último tiempo. El que un Mundial regrese a Sudamérica tras 36 años ha hecho que este país parezca ser más permeable a todo lo que involucra la “cita planetaria” (horrenda denominación de la que una amiga y yo nos reímos cada tanto), como que el tenerlo tan cerca hace que las vibras mundialeras traspasen con más fuerza nuestra frontera e impacten con más potencia la psique colectiva. Bueno, eso, y el que Chile esté clasificado para jugar otra vez. Y, lo reconozco, no me veo ajeno a la fiebre del Mundial.

A mi manera, claro. Por ejemplo, tengo un Kindle en el que empecé a descargar muestras de libros sobre fútbol. Hace poco pinché un link que anotó todos los partidos del Mundial en mi calendario Google. Y hace unos minutos me anoté, por primera vez en mi vida, en una polla mundialera. Así que, a tono con esta cosa rara que (más o menos) me da cada cuatro años, refloto este blog. A ver qué pasa, a ver qué sale.

Creo de rigor contar qué ha pasado, en mi (mínima) parte futbolera en estos nueve años. Para los lectores nuevos, este blog originalmente se llamaba “DLP al Mundial” y pretendía ser la crónica del viaje de mis dos hermanos y yo a ver el Mundial de Alemania 2006. Bueno, no tienen que escarbar mucho para ver que ese plan capotó. No conseguimos ninguna entrada por las vías oficiales; en el lapso de seis meses mis hermanos, separadamente, se bajaron del proyecto; nunca tomé las clases de alemán que pretendía; conocí a la chica que, años después, se convirtió en mi esposa (con la reasignación de recursos monetarios que eso implica) y además me cambié de trabajo, lo que hizo que los días de vacaciones que estaba guardando se resetearan a cero. Al final, como la gran mayoría de los chilenos, vi el Mundial de Alemania 2006 en la tele.

Por supuesto que para el Mundial de 2010 seguí con esa tendencia mayoritaria. El pegarse el pique a Sudáfrica estaba dentro del presupuesto de muy pocos chilenos y yo no estaba entre ellos. Y ni hablar de hacerlo pagando además entradas. Sumemos que ya estaba casado y con una hija, que nació pocos meses antes del Mundial. En ese entorno uno no agarra las maletas y se va a jugar al hincha al otro lado del océano. No pues. Hay otras prioridades. Prioridades maravillosas, por cierto; si antes veía partidos solo, entonces me acompañaban mi mujer y mi hijita, a la que vestíamos con un osito rojo cada vez que jugó Chile, como cábala. Nunca resultó como cábala, pero era divertido jugar a eso.

Y entremedio de estos nueve años vi así a la pasadita la Copa América de 2011 (tan a la pasadita que recién tuve que meterme a Wikipedia para ver el año y quién ganó), me conseguí un par de juegos FIFA para mi PlayStation 2, pero no añadí ningún tema nuevo a mi lista de mp3 sobre fútbol ni compré libros sobre el tema. Lo que sí hice fue adquirir la algo snob tradición de ver cada año la final de la Champions League, partido que veo con picoteo y una botella de cerveza artesanal. Partido que se me olvida completamente al lunes siguiente.

Pero bueno, aquí hay una nueva oportunidad de formar parte, de alguna manera, de una fiesta que, para bien y para mal, tiene a casi todo el planeta paralizado, en fiesta, procastinando y dejando de lado, al menos por 90 minutos, los problemas que le agobian la vida. Quizás digan que el Mundial es un opio del pueblo, una bengala que nos distrae de los problemas reales, un botadero de plata y una forma de abultar los ya rebalsados bolsillos de los poderosos. Puede ser. De más que lo es. Pero, hey, es sólo cada cuatro años.

La fiesta comienza mañana. Vamos a divertirnos.